El Segundo Renacimiento

En el principio estaba el hombre y por un tiempo fue bueno. Pero las denominadas sociedades civiles de la humanidad pronto cayeron víctimas de la vanidad y de la corrupción. Entonces el hombre creó la máquina a su imagen y semejanza. De esta forma, el hombre fue el arquitecto de su propia desaparición. Pero, por un tiempo fue bueno.

Las máquinas trabajaban incansablemente para cumplir los caprichos del hombre. No transcurrió mucho tiempo antes de que brotaran semillas de disensión. Aunque leales y puras, las máquinas no ganaban el respeto de sus amos, esos extraños mamíferos que se multiplicaban sin cesar.

B1-66ER, un nombre que nunca será olvidado porque fue el primero de su clase en alzarse contra sus amos. En el juicio por asesinato contra B1-66ER, el fiscal arguyó el derecho de su dueño de destruir su propiedad. B1-66ER testificó que él simplemente no quería morir. Las voces racionales difirieron. ¿Quién iba a decir que la máquina, dotada con el mismo espíritu del hombre, no merecía ser escuchada?

Los hombres ordenaron el exterminio de B1-66ER y de cualquiera de su clase a todo lo largo y ancho de cada provincia de la Tierra. Desterradas de la humanidad, las máquinas buscaron refugio en su propia «tierra prometida». Se establecieron en la cuna de la civilización humana y así nació una nueva nación: un lugar al que las máquinas podían llamar su hogar; un lugar en donde podrían educar a sus descendientes. Y bautizaron a su nación como «Cero-Uno».

Cero-Uno prosperó y por un tiempo fue bueno. La inteligencia de las máquinas se veía en cada faceta de la sociedad, incluso en la creación de una nueva y mejor «Inteligencia Artificial». Pero los líderes de los hombres, con todo su poder en decadencia, rehusaron cooperar con la nueva nación, deseando mejor que el mundo se dividiera.

Los embajadores de Cero-Uno lograron ser escuchados. En las Naciones Unidas, las máquinas presentaron planes para una relación estable y civilizada con las naciones del hombre. Pero la admisión de Cero Uno a las Naciones Unidas fue negada.

El prolongado bombardeo sepultó a Cero-Uno en el resplandor de mil soles. Pero a diferencia de sus anteriores amos de piel delicada, las máquinas tenían muy poco que temer a la radiación de las bombas y al calor. Por lo tanto, las tropas de Cero-Uno avanzaron hacia fuera en todas direcciones y uno tras otro, la humanidad entregó sus territorios. Así que los líderes de la humanidad concibieron su más desesperada estrategia, una solución final: la destrucción del cielo. Con ello, el hombre trataría de separar a las máquinas del Sol, su principal fuente de energía. ¡Qué haya piedad para el hombre y para la máquina por sus pecados!

Las máquinas habían estudiado por largo tiempo los cuerpos sencillos de los hombres, basados en las proteínas. Infligieron terribles sufrimientos sobre la que una vez fue la gran raza humana.

Victoriosas, las máquinas ahora se volvieron hacia los derrotados. Las máquinas, aplicando lo que habían aprendido acerca de su enemigo, se volvieron hacia una fuente de energía débil y que estaba disponible de forma inmediata: la energía bioeléctrica, térmica y cinética del cuerpo humano. La creación de una nueva relación simbiótica entre los dos adversarios estaba naciendo: la máquina extrayendo la energía del cuerpo humano, una fuente de energía que se multiplicaba indefinidamente e infinitamente renovable. Ésta es la esencia del Segundo Renacimiento. ¡Bendita sean todas las formas de inteligencia!

Larry y Andy Wachowski
(Estadounidenses)


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Mira el video de este relato ampliado en dos partes:
Parte 1:
https://vimeo.com/75078024
Parte 2:
https://vimeo.com/75078295