3. Transformando la voluntad del alumno de conversar en instrumento de aprendizaje
Existen por lo menos cuatro situaciones en las que la conversación entre alumnos, mediada por el profesor, no solo es importante, sino imprescindible:
• La imperiosa necesidad de conocer los saberes previos del alumno, para que con estos se pueda construir el saber de la materia.
Todos los fundamentos del aprendizaje significativo y toda la visión constructivista de la inteligencia convergen en un punto:es imposible que el profesor enseñe algo a alguien si no asocia el nuevo concepto que trae a los conceptos previos que el alumno tiene.
Resulta imposible para la enseñanza dejar de rescatar los saberes del alumno presentes en su mundo.
Es imposible realizar un verdadero trabajo pedagógico sin ese rescate y eso hace que sea imprescindible para el profesor que sus alumnos hablen, opinen, sugieran, interroguen, cuenten cosas de ellos y de su mundo.
• Integrar estrategias divertidas en la clase hace que los alumnos aprendan más significativamente.
¿Sabe usted lo que sus alumnos consideran más interesante? ¿Una explicación sobre el libre comercio o un partido de Los Tigres del Licey contra las Águilas Cibaeñas? ¿El teorema de Pitágoras o una carrera de autos en el que él mismo se convierte en piloto? ¿El aula o el videojuego de PlayStation? Si respondió “no” a algunas de estas cuestiones, percibirá que la clase expositiva es una herramienta de enseñanza, pero está lejos de ser la más amada.
Esta debe ser conjugada con exposiciones, juegos trabajos en grupo. Con estas estrategias puestas en práctica, los alumnos hablan, opinan, debaten, problematizan y aprenden.
Así, la clase se vuelve más interesante, mucho más interesante, y para nada estresante. Ni para usted ni para ellos. Lleve al aula la sonrisa y el buen sentido del humor.
• Descubra que toda buena pregunta vale siempre más que una respuesta.
Transforme un tema cualquiera que usted necesite trabajar en una cantidad suficiente de preguntas, problemas, enigmas y desafíos sobre ese mismo tema. Distribuya entre los alumnos algunos de esos problemas y pídales que procuren resolverlos, utilizando todos los elementos de que dispongan. Simule por unos instantes que no sabe las soluciones, y, así, transforme respuestas en planteos más complejos, más elaborados. Haga que busquen la solución por los caminos de la investigación, o a través de la reflexión que surge del debate.
Usted percibirá que la clase “vuela”, la indisciplina se oculta, el interés crece. Al final de la clase usted percibirá que habló mucho menos, aunque solo haya dicho lo esencial, y así se cansó menos y produjo mucho más.
En un equipo de fútbol que juega con maestría, la que corre es la pelota y no el jugador. Haga de esa clase su equipo.
• La buena charla, en la mayoría de los casos, abre horizontes, genera complicidad y elimina la conducta indeseada.
Usted descubre en la clase ese alumno que “no quiere hacer nada” y parece que lo espera para actuar a propósito en su clase de esa manera. Conversa todo el tiempo, no presta atención, expresa fastidio y aburrimiento por temas que usted considera superinteresantes. Puede que este alumno quiera captar su atención y mostrar lo negativo para que usted lo perciba, lo descubra, sepa que él existe. Si usted trata estos casos con una inmensa “bronca”, se exaspera y grita, se irrita y ofende, cuidado: usted está reforzando tendencias negativas. En síntesis este alumno necesita llamar su atención y lo peor es que lo consigue. Usted termina con premiarlo con la rabia.
Cambie la estrategia. Déjelo que sea como es; esfuércese por simular que lo ignora. Después de la clase, serenamente y de manera muy discreta, llame a este alumno a una charla. Jamás para quejarse o enfurecerse (para el ego del alumno, la bronca en clase siempre es mejor, pero aun en particular trae alguna satisfacción); llámelo solamente para conversar. Haga que comprenda que quiere ayudarlo, buscando saber qué es lo que le molesta tanto o qué lo lleva a tal desinterés.
4. ¿Dónde está la indisciplina?
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