EL DÍA QUE LEBRON JAMES DEMOSTRÓ QUE EL CAMINO AL "GOAT" ES DISTINTO PARA CADA ERA (Respuesta a Bruno Alteri, de ESPN Deportes)

Hipólito García
11 de Julio 2025, 11:24
Empecemos, como corresponde, por el principio: LeBron James es, muy probablemente, el más grande jugador que ha dado el baloncesto. Y si aún existe debate sobre si es el GOAT de la NBA, no es por falta de argumentos, sino por el peso romántico de ciertas narrativas que se han convertido en dogmas. Porque, sí, los números importan. También importan los campeonatos. Pero para ser el más grande de todos los tiempos, el contexto es clave. Y hace exactamente tres lustros, LeBron James eligió un camino inédito. No fue una traición. Fue una revolución.
La Decisión. Televisada a nivel nacional por ESPN. Ese momento, tan criticado como incomprendido, fue en realidad un acto de empoderamiento. Por primera vez, un jugador de la NBA tomó el control absoluto de su destino. Se acababa la era de las franquicias decidiendo por los jugadores. Empezaba la era de los atletas tomando las riendas. ¿Fue show? Sí. ¿Fue innecesario? Tal vez. ¿Fue valiente? Sin duda. A los 25 años, LeBron dijo: “Ya no esperaré que me construyan alrededor. Construiré yo mismo, desde adentro”. Y lo hizo con Wade y Bosh, sin miedo al qué dirán. Porque los grandes no le temen a los cambios: los provocan.¿Traición? No. LeBron
no se traicionó. Se transformó. Y a veces, crecer duele. El enojo de Dan
Gilbert y los aficionados de Cleveland no fue traición: fue miedo al vacío. Ese
vacío que dejó el mejor talento físico de todos los tiempos cuando dijo “quiero
ganar ya, no después”. ¿De verdad se espera que un joven negro de 25 años,
cargando el peso de una ciudad entera sobre sus hombros, siga esperando en
silencio la construcción de un equipo competitivo? No. LeBron eligió el riesgo.
Y ese riesgo cambió la NBA para siempre.
El Rey y su reinvención constante
Lo que vino después fue una de las etapas más dominantes de un atleta en la historia del deporte. Cuatro Finales consecutivas, dos anillos, múltiples MVPs y, sobre todo, la validación de que su apuesta funcionó. ¿Perdió? Sí. Como los grandes. Como Jordan, que perdió tres años seguidos antes de ganar. Como Magic. Como Bird. Nadie gana siempre.Pero LeBron no se quedó
en la comodidad de Miami. Volvió a Cleveland. Volvió al origen.
Y ganó el campeonato más difícil en la historia moderna de la NBA,
ante unos Warriors que habían ganado 73 partidos. Lo hizo estando 3-1 abajo. Lo
hizo liderando ambas finales en puntos, rebotes, asistencias, robos y tapones. Lo hizo todo. Y lo hizo sin superestrellas al
lado: Kyrie Irving y Kevin Love no son Wade ni Bosh. Esa gesta es, sin
exagerar, un argumento definitivo.
La fidelidad no siempre paga… y no siempre es virtudSe dice que para ser el GOAT hay que ser fiel. Pero la fidelidad sin resultados es romanticismo vacío. Jordan fue fiel a una dinastía construida perfectamente alrededor suyo, con uno de los mejores entrenadores de la historia (Phil Jackson), un sistema inédito (el triángulo), y un escudero de lujo (Pippen). LeBron no tuvo eso. Él fue el arquitecto y el constructor de sus equipos. El ingeniero y la fuerza bruta.
Bill Russell ganó 11 títulos… en una NBA de ocho equipos. Kareem
ganó con Magic. Duncan ganó siempre con Popovich. Curry, con Kerr y el mismo
núcleo desde 2014. ¿Y LeBron? Cambió de equipos, de estilos, de entrenadores,
de compañeros. Se reinventó una y otra vez, y siguió ganando. En tres
franquicias distintas. Eso no es un
pecado: es resiliencia.
Las Finales perdidas son el precio de la grandeza
El argumento más recurrente: “Perdió 6 Finales”. ¿Y qué? Llegar 10 veces a las Finales no es un fracaso, es supremacía. Las perdió enfrentando a dinastías: los Spurs de Duncan y Pop, los Warriors de Curry, Durant, Thompson y Green. No perdió contra cualquiera. Perdió compitiendo. No se es menos grande por caer frente a gigantes. Se es más humano. Y más admirable.¿Y la “Burbuja”? Todos jugaron bajo las mismas reglas. Todos
enfrentaron las mismas condiciones mentales y físicas. Él
ganó. Otro título. Otro MVP. A los 35 años.
El tiempo aún no ha terminado
A diferencia de lo que se afirma, el tiempo no ha puesto a cada uno en su lugar todavía.
LeBron sigue jugando. A los 40 años. A nivel de All-Star. Rompiendo récords. Si
hay algo que el tiempo ha hecho, es demostrar que la longevidad también es una
forma de grandeza. Jordan se retiró tres veces. LeBron sigue vigente. ¿Quién
sabe cuántos capítulos quedan por escribir?
La historia
no está escrita en piedra. Está viva. Se reinterpreta.
El mito de Jordan es poderoso, sí. Fue el mejor en su era. Pero la
de LeBron es una historia de esfuerzo, adaptación, evolución y liderazgo en un
entorno que ya no premia solo al más hábil, sino al más completo.
LeBron James no fue el GOAT en el momento en que se fue a Miami. Fue el GOAT por atreverse a hacer lo que nadie había hecho. Porque los grandes no solo ganan. Redefinen lo que significa ganar.