Ambición

Caminaba por el Malecón sin pensar en nada, gastando el pensamiento de tanto cavilar. Caminaba despacio mientras sus ojos se bebían la inmensidad del cielo en pleno arrebol vespertino. Aquel crepúsculo resplandeciente se metía en su interior removiendo el trasfondo de su alma sin que ella adquiriera conciencia del extraño sentimiento que le arañaba el pecho. Un carguero avanzaba desde el horizonte surcando insensiblemente las aguas majestuosas de la pleamar. Se detuvo. Oscurecía ya cuando salió de su sopor y se dijo: «Cuatro meses hace que se fue en un carguero».

Ramón era ambicioso, demasiado ambicioso para las escasas posibilidades económicas que ofrecía el ambiente en que vivía. No podía quemarse en pleitos de mala muerte, mientras a otros menos inteligentes se les abrían las grandes puertas de la prosperidad. Se iba…

―Te vas… te vas ―rezongaba la novia― pero, ¿a qué país? ¡Oh, Ramón! Más vale un mal conocido…

―No Ifigenia ―interrumpía él―. Trabajaré en Puerto Rico o en Nueva York, tú verás. Me haré rico pronto y entonces vendré a buscarte.

No pudo convencerlo de su error. Se fue. Sí, había escrito, pero sus cartas no decían nada en concreto. Trabajaba, eso sí. La competencia le exigía mucha astucia, pero esperaba salir adelante y darle la gran sorpresa. Una sorpresa de «apaga y vámonos» a Ifigenia. «Ya siento el cosquilleo de los dedos contando las papeletas. ¡Las papeletas!»

Se tiró a la avenida, la cruzó a grandes zancadas y se metió como una tromba en la sala de su madrina, justo en el momento en que la señora se llevaba las manos al rostro horrorizado. «¡Qué desgracia!»

―¿Desgracia? ―La sofocación apenas le permitía hablar con claridad―. ¿Cuál desgracia?

―¡Oh…! ―Sollozó la madrina. Su mano derecha señalaba la pantalla del televisor.

«Repetimos ―decía la voz del locutor―, repetimos: la familia Marianel Arias pasa por el dolor de comunicar a sus familiares y amigos la trágica muerte del joven Ramón Marianel Arias, asesinado ayer en la ciudad de Nueva York. Oportunamente se avisará por este medio el día y la hora de la llegada de su cadáver al Aeropuerto Internacional».

Hilma Contreras
(Dominicana)


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