Tener una buena ortografía es un reto de todas las personas que quieren dominar bien el arte de escribir, puesto que ésta es una técnica que consiste en poner directamente en un soporte estable de los actos comunicativos. La escritura no se reproduce, sino que evoca la lengua hablada. Esto indica que hay que pronunciar bien para poder usar en la escritura los fonemas correctos; pero en muchos casos, la pronunciación es deficiente porque se dice: que habrá una “esposición” en lugar de una “exposición”. Los que pronunciamos igual s y z tendemos a confundir “tasa” con “taza”. Se dice que las faltas de ortografía se producen por negligencia o ignorancia. Las cosas son más complejas. Ciertamente no tener lo que llaman «buena ortografía» puede interpretarse como ignorancia, es decir, falta de familiaridad con los códigos, con frecuencia arbitrarios, del lenguaje académico. Pero las causas están en otra parte. Si los romanos escribían september, nosotros debiéramos escribir septiembre, aunque pronunciemos setiembre.
La mayoría de seres humanos tienen una ortografía deficiente porque no han ejercitado de modo permanente la lectura ni su propio trabajo escrito y cuando se les pregunta que cuántos libros han leído en su vida, se puede verificar que no tienen hábito de lectura, y por consiguiente, no tienen buena ortografía.
A veces, la culpa de la mala ortografía es, mire usted, de la propia lengua. ¿Quién le manda al castellano haber confundido en la tercera persona del singular del presente del modo indicativo del verbo “hallar; por ello se confunde “halla”, con “haya” de “haber”, o “hecho”, de “hacer”, con “echo” de “echar” (o “hechar”)?
La Real Academia Española con tanta regla nueva que introduce al idioma castellano, en muchas oportunidades confunde a las personas porque con eso que ya aceptó la palabra “murciégalo” en lugar “murciélago”, quizás algunos dirán que eso es un error de ortografía. Entonces, al final, si aceptan la palabra pero no la escriben así, sino que mantienen la forma antigua de escribirla; no logran salir de nada. Por el contrario, esto crea dudas con relación a otras palabras que teniendo un cierto parecido con el término anterior podríamos pensar que también podemos decir estógamo en lugar de estómago.
El origen etimológico de las palabras es mala consejera en asuntos ortográficos. Si escribimos humildad con h es porque la palabra procede del latín humilitas. Pero nunca nos ponemos a pensar si en latín esa h se pronunciaba o no, como sucede en el castellano. Y lo cierto es que nosotros hablamos ese idioma, y no latín.
En muchas oportunidades cometemos errores porque permitimos usos que, aunque admitidos por la costumbre, no responden a reglas fijas. Por eso escribimos, por ejemplo, hueso, con h, aun cuando en latín se escribía ossum, palabra de la que derivan las actuales óseo, osario, osamenta, etc. No hay duda, en cuanto abandonamos el ideal de «un sonido una letra» empiezan los líos. Y entonces olvidamos lo más elemental, que una ortografía tiene que ser lo más simple posible, y que sus reglas deben admitir el menor número de excepciones.
Algunos confían en el uso excesivo de la tecnología como es el caso de la Internet y lo que es peor aún, el diccionario de Bill Gates (quiero decir, el que viene con el programa Word) para que corrija los errores ortográficos; pero la computadora no corrige esa clase de faltas, porque la máquina encuentra en muchos oportunidades las palabras como correctas como es el caso de: haya, halla, a y ha; porque la tecnología, no entiende de contextos semánticos ni sintácticos, al menos todavía. Cuando en un escrito se deja que corrija la ortografía Word, uno no se da cuenta que arregla ortográficamente pero que cambia la coherencia en la gramática.
El uso del teléfono celular para enviar mensajes de texto afecta para que los jóvenes tengan buena ortografía ya que cada uno de los jóvenes tiene un estilo de escritura y a todos les gusta ser el que impone una moda de escritura. Hay algunos que generalizan el “hay” y lo convierten en “ay”, o utilizan el ‘que’ como ‘k’, entre más abreviado se escriba, más se comunican.
La mayor culpa de la mala ortografía siempre les cae a los docentes que les dicen a los niños o niñas que las palabras se escriben con “b” grande o con “v” pequeña, cuando ambas letras pueden ser grandes o pequeñas, agregándole a esto, que le dicen que va con “b” de burro o “v” de vaca, entre otras cosas.
Pero hay que tener en cuenta que la buena ortografía no debe iniciar en la escuela, sino que en el hogar; y los padres y las madres de familia poco o nada colaboran con esta situación; ya que dejan que los niños escriban y les digan “papa” y “mama” y no tienen en cuenta que el aprendizaje evolutivo comienza cuando el niño toma el primer contacto con la letra escrita, que alcanza su punto culminante en los años escolares, pero que seguirá desarrollándose durante toda la vida.
No hay que olvidar que aprendemos ortografía todos los días, y aprenderemos más y mejor, si somos buenos lectores y practicamos todas las reglas ortográficas sin echarle la culpa a nada o a nadie.
Fuente: migenteinforma.org