Entre pocas luces y mucha sombra…

Buscaba antojarme de alguna buena historia que leer, cuando en cierta estantería una portada que destacaba entre las demás atrajo mi atención (quizá fue la chica, no sé): la atractiva edición que Alfaguara le confirió a este libro me sedujo instantáneamente y, con semejante título más la sinopsis de contraportada, terminé encantado adquiriéndolo, pero como dice el refrán: “No todo lo que brilla…”

La novela trata sobre las vicisitudes de la guerra que deben soportar en sus respectivos puestos de combate Yael, Avishag y Lea, tres amigas compueblanas israelitas, para sobrevivir durante su año de servicio militar obligatorio, poco después de haber salido del instituto, y el rumbo que toman sus vidas una vez que cumplen sus responsabilidades, abandonando por fin las filas del Ejército.

Los criterios favorables de la historia de esta autora judía van más ligados a la intención y forma; no tanto al propósito. Me explico: la estrategia de Shani Boianjiu es certera al mostrar la cruda realidad a la cual las jóvenes en Israel tienen que enfrentarse al enlistarse como soldados en el Ejército. Su sensibilidad para los temas acuciantes de la adolescencia (el embarazo, el aborto, la depresión, el suicidio, los amoríos, la sexualidad y otros) los aborda con un realismo incisivo. La escritora, además, nos demuestra el amplio conocimiento que posee acerca de las armas de fuego al momento de explicar los detalles precisos del funcionamiento de estos artefactos bélicos (¡se nota con claridad que hizo su tarea!). Sin embargo, la historia carece de la fuerza argumental necesaria para el enganche. La narración alterna hilos temporales intermitentes entre el pasado y el presente de una forma ágil, mas las historias por separado de las chicas no encuentran un punto álgido de convergencia (salvo pobres excepciones) en el que haya un verdadero clímax, pareciéndose más bien a cuentos vagamente conectados.

Me pareció acertado el hecho de que Shani repartiera el protagonismo y no centrara la narración en un solo personaje. Los capítulos (o relatos diría) cobran brillo por momentos, destacándose la imaginación y versatilidad de la autora en contarnos tantas trivialidades de la vida espontánea de las chicas en Israel. El lector logra adentrarse intensamente en los personajes principales, de unos caracteres bastante cautivantes, pues se muestran tan vívidos que en algunos instantes crees ser una de ellas. La calidad descriptiva de los paisajes invita a admirar su singular belleza y a contemplar someramente tal cultura de Oriente. El uso variado del punto de vista narrativo es otra audacia de la que osa la autora, ya que lo maneja con el equilibrio adecuado para facilitar la comprensión lectora. Preocupa la traducción: a veces las expresiones se sienten flojas  y poco apropiadas en el contexto.

Se entiende que la disposición literaria que exhibe esta obra está adaptada al público al cual va dirigido, favoreciendo pasearse por las páginas de manera progresiva. El empleo de las metáforas y demás figuras es talentosamente positivo y peculiar.

Concluyo diciendo que la novela tiene una forma e intención plausibles, no obstante ha resultado pesada y deslucida en su propósito de atrapar al lector. Reconozco que probablemente haya caído en las manos equivocadas. Para lectores muy exigentes con el argumento y entendidos en el estilo literario, La gente como nosotros no tiene miedo se queda muy por debajo de las expectativas.

Le doy un 4 de 10.

Posdata: A falta de ocio intelectual, no congraciarse con cualquier carátula.

H.G.