La política de género en contexto
Las
tendencias ideológicas que la Globalización y el Posmodernismo han traído a su
paso durante el joven siglo 21 se han diseminado ampliamente en el Arte y la
cultura popular a través de los medios de comunicación, en especial, el Internet
y las redes sociales, siendo legitimadas cada vez más por la influencia de sectores
internacionales (Naciones Unidas, OEA, Unesco, Unicef…) que las respaldan. Esta
difusión de nuevos credos y filosofías ha iniciado un proceso de transformación
en el espectro social (desde la Política, la Economía, hasta el campo
científico), primero, en la redefinición de conceptos ampliamente aceptados en
el pasado reciente (términos como el matrimonio, la sexualidad, la familia, entre
muchos otros, hoy en día se están replanteando) lo que ha provocado, en segundo
lugar, que las sociedades modernas se vayan adecuando, sin más, a estas
corrientes de pensamiento, cual si fuere un adoctrinamiento, trastocando fibras
sensibles del ámbito moral y de la conciencia humana. Por lo que aún siguen
produciéndose enardecidos debates en los Parlamentos de numerosos países en
resistencia a estas ideas, mientras que en otras latitudes ya han comenzado a
estimularlas en la población, hasta que finalmente terminen asimilándolas.
La «Equidad
Social y de Género» (también llamada «Política de Género» o «Perspectiva de
Género») es una de estas tendencias que actualmente está cobrando mayor relevancia
en muchos países de América Latina (tras los Pasos de Estados Unidos, Canadá y demás
naciones europeas que la han acogido),
partiendo de la premisa de que ya es momento de que se promueva en el
mundo una mayor igualdad, desde todos los puntos de vista posibles, entre hombres
y mujeres.
El
propósito de este ensayo es presentar una visión panorámica actualizada acerca
de esta temática, desarrollando una noción de la misma a partir de diferentes criterios
o enfoques y de informaciones de diversas fuentes, presentando como evidencias
las distintas etapas del marco institucional en que algunos países
latinoamericanos están llevando a cabo este novedoso, y a la vez, controvertido
proyecto.
Concepto
Examinando
la palabra «género», de acuerdo a su significado, es un término que presenta amplias
acepciones que van desde lo puramente gramatical (género femenino), el jurídico (violencia
de género) hasta el biológico (macho,
hembra), incluyendo el aspecto sociocultural, que la define como una
“construcción cultural según la cual se asigna a las personas determinando
papeles, ocupaciones, expectativas, comportamientos y valores por el hecho de
haber nacido mujeres y hombres” (Carrazo, 2008).
Expresiones como «ideología de género», «equidad de género» o «perspectiva de
género» están asociadas a este nuevo enfoque sexista.
De la
misma manera, «equidad» conforme a su etimología, proviene del vocablo latín «aequitas», que quiere decir
«igualdad de ánimo», asociado comúnmente al ámbito judicial como
«imparcialidad». “El concepto se utiliza para mencionar nociones de justicia e
igualdad social con valoración de la individualidad. La equidad representa un
equilibrio entre la justicia natural y la ley sustantiva”.
Así
que el término «equidad de género», combina conceptos socioculturales y
jurídicos en una sola expresión. La
Unesco (2008) lo define como “la imparcialidad en el trato que reciben mujeres
y hombres de acuerdo con sus necesidades respectivas, ya sea con un trato
igualitario o con uno diferenciado pero que se considera equivalente en lo que
se refiere a los derechos, los beneficios, las obligaciones y las
posibilidades. En el ámbito del desarrollo, un objetivo de equidad de género a
menudo requiere incorporar medidas encaminadas a compensar las desventajas
históricas y sociales que arrastran las mujeres” (p. 115).
Así
pues, este último postulado sobre el enfoque de género, sugiere una marcada
inclinación en defensa de los derechos de la mujer. Es allí, en donde cobran
arraigo ciertas posturas radicalizadas en favor de las féminas (movimientos
feministas, comunidad LGBT…), atrayendo el concepto de la perspectiva de género
hacia una doctrina macro que la contiene, denominada «Ideología de Género», con
la cual hay que distinguirla, y cuyas voces conservadoras y religiosas se
oponen categóricamente. Si bien, el primero (equidad, perspectiva), presenta
una defensa sociocultural desde la óptica femenina, el segundo (ideología), es,
más bien, una postura igualitaria más abarcadora que, según Rosas (2016),
sostiene “que las diferencias entre varón y mujer no se deben a una naturaleza
fija, sino que son construcciones culturales que responden a estereotipos
impuestos a lo largo de la historia. Por lo tanto, el género asumido (su
expresión a través de comportamientos) depende de la autopercepción. No
considera que varones y mujeres sean diferentes, sino que existen espectros de
género, independientemente del sexo biológico que cada uno tenga. De este modo,
es posible que haya mujeres con pene y varones con vulva.” (p. 4).
Por
tanto, es importante y necesaria la diferenciación de ambas terminologías para
evitar ambigüedades y contrasentidos al momento de emplearlos en contextos
determinados. Miranda-Novoa (2012) concluye, “dado el creciente uso del término
«género» en numerosos ámbitos de la sociedad, resulta de gran importancia
identificar a qué nos estamos refiriendo cuando lo empleamos. De no ser así,
quienes siguen los postulados de la perspectiva de género podrían estar
respaldando planteamientos totalmente opuestos, como los formulados por la
ideología de género, la cual aboga por un igualitarismo que homogeneiza al
varón y a la mujer, ignorando cualquier tipo de diferencias entre los sexos,
incluyendo las biológicas, y cuya consecuencia más nociva es el vaciamiento de
significado de la maternidad, la paternidad y la familia” (p. 354).
Antecedentes
La
lucha por la defensa de los derechos humanos y la igualdad tienen larga data en
la historia de la Humanidad. Desde la abolición de la esclavitud en
Norteamérica, la Revolución Francesa en contra de los excesos del Absolutismo
hasta la inserción de la mujer al ámbito laboral y su participación en la vida
política de las democracias modernas, siempre se ha visto como positivo el hecho
de que sectores considerados marginados u oprimidos se empoderen y salgan en procura
de sus libertades. Estos procesos reivindicativos por parte de segmentos
sociales todavía siguen vigentes, más ahora con las tecnologías de la
comunicación de un mundo globalizado como aliados. No fue hasta el 1995, en la
cuarta Conferencia Mundial Sobre La Mujer, en Beijing, que sentaron las bases
para un estudio profundo acerca de la condición de la mujer en la sociedad
contemporánea. Cuestiones como tareas domésticas, acceso a la educación,
remuneración salarial, se pusieron de manifiesto y visto como un escollo para
el desarrollo pleno de la mujer en el Siglo 21. Así que la consecuente
institucionalización jurídica de asuntos relacionados a los derechos de las
mujeres (Día Internacional de La mujer, Día Internacional de la No Violencia
Contra la Mujer, Ministerio de La Mujer…) y demás asuntos en las políticas
públicas, tienen asidero en estas conferencias, las cuales se celebran cada
cinco años.
Por
tanto, la inserción de la Equidad Social y de Género en la Política de las
naciones ha sido el próximo paso en la lucha para promover el derecho de la
mujer y así estrechar la brecha de género y producir relaciones más
equilibradas con respecto al hombre y romper preconceptos y estereotipos
culturales acerca del rol de las mujeres en la sociedad. Todo esto, con la
ayuda de organismos internacionales que estimulen estas iniciativas mediante legislaciones
que promuevan los países adscritos por medio de acuerdos multilaterales que
garanticen las propuestas.
Desarrollo
Fenómenos
adversos alrededor de la figura de la mujer como pobreza, embarazo no deseado,
embarazo adolescente, el aborto, maternidad en soltería, violencia doméstica y
los feminicidios, han preocupado a intelectuales de todas las áreas del saber en
busca de soluciones a estas problemáticas que aquejan a la familia, principalmente
a la mujer, y se han volcado en proponer numerosos proyectos de ley que
mitiguen significativamente estos males sociales.
Un
claro ejemplo del desarrollo del proceso es la carta de intención propuesta por
Naciones Unidas (2009), que reza: “con el propósito de contribuir a una mayor
vigencia de los derechos humanos y la justicia de género, se ha propuesto una
acción coordinada para alcanzar una actoría regional y nacional de
organizaciones de mujeres capaz de incidir en el reconocimiento de los derechos
de las mujeres y fiscalizar su cumplimiento. Una de las estrategias propuestas
tiene que ver con el fortalecimiento de espacios de formación de juezas,
fiscalas, defensoras públicas y personal institucional en materia de derechos
humanos internacionales ratificados y su aplicación en los sistemas de justicia
nacional y regional” (p. 74).
Esta
misiva de la ONU activa un protocolo de estrategias al que los países miembros
tratan de alinear sus políticas públicas por medio de actividades proselitistas
que inician en los congresos con la implementación de proyectos de ley y marcos
jurídicos y penales que busquen soluciones a problemáticas sociales
relacionadas en torno a la figura de la mujer y que a través de instituciones
estatales las lleven a cabo. Asimismo, en materia social, se incentiva la
creación de movimientos en favor de los derechos de la mujer empoderando a
sectores populares para que velen por el cumplimiento de las normativas y
legislaciones. Además, se incluye el elemento comunicacional, en donde se
instruye a medios y periodistas para que informen a la población de los
acontecimientos relacionados en este sentido. Se incluyen comisiones
internacionales de Derechos Humanos como organismo de consulta, veeduría y
seguimiento de los proyectos implementados y múltiples organizaciones no
gubernamentales (ONG) como entidades promotoras de las iniciativas. El
funcionamiento de este entramado se evalúa periódicamente en conferencias
internacionales para luego, formar acuerdos multilaterales entre las naciones
de la región. Ahora bien, no nos olvidemos que estas propuestas deben ir
acompañadas de un componente de adoctrinamiento de los más jóvenes para que se
vayan adiestrando a este mensaje. Y la escuela es el foco más importante para
que las generaciones futuras sean las que continúen con este legado.
Relación con la Educación
El
sector educativo es un cómplice fundamental para que esta Perspectiva Social y
de Género trascienda. Según Solís (2016), “la escuela y la familia son
importantes agentes de socialización para los educandos y la sociedad. Ambos
tienen el encargo social de educar en la cultura de la paz y en la igualdad
entre los géneros, construyendo conjuntamente valores y patrones no sexistas en
las personas. Los actores de la educación debemos evitar, por medio del
lenguaje, el trato, los juegos, enseñanzas y otras prácticas, que se refuercen
los estereotipos de género” (p. 101).
De
esta forma, los ministerios de educación quedan conminados a incluir en sus
diseños curriculares pedagogías que fomenten en los centros educativos el
desarrollo del enfoque de género con las estrategias y recursos didácticos que
promuevan el valor de la igualdad entre hombres y mujeres. Así, escuela y
comunidad se vinculan hacia la construcción de una sociedad más justa en
relación al trato igualitario en derechos para ambos géneros. De acuerdo a
Solís (2016), el vínculo de la educación con el enfoque de género se refiere a
que “es necesario proporcionar a los docentes las herramientas conceptuales,
didácticas y metodologías que les permitan la revisión de su actuar y práctica
reflexiva en el aula, así como buscar el trato equitativo e igualitario de su
relación con sus educandos y de ellos entre sí; y de la relación con sus
iguales, el uso de un lenguaje incluyente hacia su alumnado, todo ello mediante
la sensibilización, capacitación y formación en perspectiva de género que esté
disponible en las instancias de formación, profesionalización y actualización
de los docentes” (p. 106).
Posturas encontradas
No obstante
a esto, sectores conservadores entienden que exponer a los niños y adolescentes
a estas ideas desde las escuelas es fomentar una cultura sexista nociva para la
convivencia social. Mientras que la Iglesia Católica y demás denominaciones
religiosas argumentan que con la política de género se intenta construir una
sociedad contraria a los valores morales y cristianos. De hecho, Dobson (2010),
esgrime que “estas creencias consagradas en la Ley de Igualdad, que falsamente
equipara la conducta sexual de una persona con características inmutables como
el color de la piel y la etnicidad, es una falsedad que contradice abiertamente
los mandatos bíblicos que recibimos para nuestro bien” (p. 347).
Mientras
que Dúnker (2008) argumenta que la aprobación del proyecto de ley “sentaría las
bases para la mentira de la igualdad LGBT para ingresar a las aulas de todo el
país. También temen que los educadores públicos puedan ser obligados a
enseñárselo a sus estudiantes” (p. 91). Movimientos activistas como #ConMisHijosNoTeMetas,
entienden que permitir que en las escuelas se enseñen estas ideas es un
atentado contra la familia. En palabras de su fundador, Rosas (2016): “La
implementación la política de género es contraria a los fundamentos de la
escuela, ya que ella debe permanecer libre de ideologías y adoctrinamiento (a
no ser que la comunidad educativa esté a favor de estas). En las escuelas públicas
y privadas deben respetarse los idearios de las mismas y su autonomía, ya que
tienen amparo constitucional, y la comunidad que asiste a dicha escuela está
acorde al ideario institucional y convicciones de sus miembros” (p. 10).
Sin
embargo, organizaciones sindicales liberales, movimientos radicales feministas
y sectores de la comunidad LGBT, abogan por el establecimiento de estas
propuestas, apelando a la promoción de la inclusión social, el respeto a la
propia identidad, la tolerancia, la no discriminación, la libertad de expresión
y a los derechos humanos en sentido general. Para García (2005), “las
estrategias más adecuadas para lograrla igualdad y equidad de género, es
promover la igualdad de trato en todas las esferas sociales; se requiere además
adoptar acciones positivas para hombres y para mujeres que permitan corregir
las desigualdades; aplicar la perspectiva de género permitiendo integrar la
igualdad en las estructuras, organizaciones, políticas y acciones; y dotar a
las mujeres de un papel protagónico de sus propias vidas mediante el
fortalecimiento en la participación de la toma de decisiones de todos los ámbitos
de la vida social” (p. 142).
Puesto
que la política de género persiste en la actualidad, el debate intelectual
alrededor de esta temática cobra más aristas. Se está lejos de llegar a un
consenso entre los sectores en oposición, pero lo cierto es que la promoción de
esta perspectiva sigue proliferando en los países suscritos a las entidades
internacionales.
Expansión en América Latina
Los
Estados Unidos y Canadá han sido los países pioneros en incorporar a sus
constituciones la cuestión de las políticas de género, provocando una oleada de
estas ideas hacia los países latinoamericanos.
En
Costa Rica, Después de la implementación del Programa Educación para la
Afectividad y la Sexualidad en 2012, donde fueron interpuestos a la Sala
Constitucional 2000 recursos de amparo contra él y en respuesta se decretó que
los padres deberán dar su permiso para que sus hijos asistan a las clases de
Afectividad y Sexualidad, este programa ha sido nuevamente bajo crítica por la
implementación de una reforma, anunciada en 2017, que extienda y profundiza sus
enseñanzas (Castro, 2017).
En
Brasil, el uso de “la perspectiva de género” en Brasil se manifiesta
fuertemente en sus planes educativos, empezando en 2014 cuando se intentó
integrar materias de género en el Plan Nacional de Educación, siendo retirada
la palabra género frente a resistencias de grupos conservadores. “En ese
contexto, las bancadas políticas religiosas alegaban que, al introducir la
llamada "política de género en los estudios", los conceptos de
hombre, mujer y de la familia tradicional brasileña serían distorsionados”
(Machetto, 2016).
En
Colombia, La primera medida se empezaría mediante un libro sobre diversidad
sexual, el cual se entregaría a los estudiantes primarios junto con otros
libros educacionales del Gobierno (Sánchez, 2016). Sin embargo, la movilización
de autoridades clericales y organizaciones cívicas, dentro de los cuales se
destaca el Frente Nacional por la Familia, resistieron la implementación de “la
ideología de género” en los colegios. En 2016 se realizaron marchas contra “la equidad
de género” (Ceja, 2016) y se interpuso y concedió un recurso de amparo contra
la Secretaría de Educación Pública, realizado por el Consejo Interreligioso de Bogotá
y que frenó la entrega del material en la localidad.
En
República Dominicana, la promoción de la orden departamental sobre política de
género del Ministerio de Educación mantiene dividida a la sociedad en un debate
en los que unos están a favor y otros en contra sobre la pertinencia o no de
que en las escuelas se traten temas que incluyan la sexualidad bajo el respaldo
y la promoción del sistema educativo. Aunque, coinciden en que se promueva la
igualdad entre las personas, cada uno de los que opinan interpretan la
ordenanza a su manera. (Batista, 2019, s-p).
Conclusión
Propugnar
por los derechos de las personas es un fenómeno que siempre va a existir en el
seno de países con problemáticas de desigualdad social y falta de
oportunidades. Muchas son las ideas propagadas en torno a la figura de la mujer
como víctima del machismo. Tales afirmaciones han provocado una revolución
social que ha dado como resultado la articulación de programas que salgan en su defensa, promovidas, y casi impuestas, por organismos
internacionales para que sus miembros estén alineados a tales políticas
públicas. Es el caso de La Equidad Social y de Género, que se está acrecentando
en América Latina y El Caribe. Países europeos han acatado la normativa, no
obstante en las sociedades latinoamericanas recién se pretenden instalar y han
encontrado oposición de sectores conservadores y religiosos, mientras grupos
radicalizados respaldan la iniciativa. El debate ideológico e intelectual se
intensifica en los medios de comunicación y el Internet, más aún cuando la temática
se aborda desde el ámbito educativo.
Con
el discurrir del tiempo, es inminente la aparición de nuevos paradigmas.
Oportunidades de cambio para que las sociedades se dirijan hacia la construcción
de una cultura distinta. Los avances en la tecnología, la política, la
economía, los derechos humanos todavía siguen moldeando la manera en que
vivimos. Es el turno de la Perspectiva de Género. Una fórmula ideológica que
promete resolver los problemas que afectan a la mujer por su condición de
género. Se apela al sector educativo para instruir a la próxima generación de
adultos acerca del enfoque de género con el firme propósito de establecer
relaciones socioculturales saludables entre hombres y mujeres. La propuesta
está en marcha, la puesta en ejecución genera incertidumbre; mientras tanto el
dilema continúa.
H.G.