9. La inteligencia musical o sonora

A «Andry Sonido» le gusta mucho la música y ama la danza, aunque eventualmente admitan no saber danza. En su coche el equipo de audio es, muchas veces, más importante que el propio motor, ya que aún para pequeñas distancias no renuncia a una buena estación de FM o un CD. Sabe juzgar la obra de los compositores y diferenciar sonidos de algunos instrumentos. Nunca considera la matemática y demás ciencias exactas como “un terror”. Cuando está contento, silba, tararea, y sabe entender a los que así lo hacen. Le gustaría participar de una banda, dirigir una orquesta o trabajar en el cine, no necesariamente como artista. Posee elevado sentido estético y acentuada vanidad personal. Estas personas que al igual que Andry Sonido que tienen sensibilidad para la identificación de sonidos musicales o de otro tipo, capacidad para producir y apreciar un ritmo, presentan una marcada Inteligencia Sonora o Musical.

La inteligencia musical o sonora Es la capacidad de las personas para percibir, discriminar, expresar y transformar las diversas formas musicales. Implica tener una gran sensibilidad para el ritmo, el tono y el timbre de la música.

Casos como los de Beethoven, Mozart, Chopin y otros grandes maestros y compositores son la muestra de renombrados individuos que llevaron esta inteligencia a un grado máximo. Es una competencia presente en cualquier ser humano, pero oculta en el preconcepto de que no todos la poseen.

Existe, no obstante, diferencias significativas entre lo que se conoce sobre inteligencia musical y la idea que uno se hace de un “talento”. En primer lugar, es importante caer en la cuenta de que el talento es por definición, una capacidad excluyente. Así, las que poseen algún talento se destacan de las demás. Dicho esto, la idea que uno se hace del talento es que se manifiesta “pronto” en las personas y que, cuando surge, casi siempre necesita perfeccionamiento. La idea que se tiene de la inteligencia es muy diferente. Todas las inteligencias existen en casi todas las personas., y las pocas que no las poseen son claramente identificables por sus problemas de autismo y de deficiencia neurológica congénita.

El estímulo de la musicalidad puede y debe formarse desde la tierna infancia. Cuando los bebés balbucean, muchas veces están produciendo patrones musicales que repiten los cantos que escuchan en su entorno, transmitidos por las madres o por el disco que acompaña su sueño. “Bebés de dos meses de edad son capaces de igualar el tono, el volumen y contorno melódico de las canciones de sus madres, y que bebés de cuatro meses pueden adaptarse asimismo, pudiendo dar saltos o brincos con el sonido rítmico que ya conocen.

La escuela abierta al estímulo de las inteligencias múltiples deben propugnar las sesiones de canto, el cultivo de himnos, pequeñas bandas musicales, clases de teclado, otros instrumentos musicales y cualquier otra forma de estimulación.

El lado derecho del cerebro es donde se sitúa el centro de la inteligencia musical.

10. La inteligencia visual-espacial

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