LA SOBREPROTECCIÓN
Sobreproteger significa hacer por el niño o el joven lo que él puede hacer por sí mismo. 
Causas de la sobreprotección:
·      Confundo la sobreprotección con amor.
·      La sobreprotección me da una razón de ser. Me hace sentir importante.
·      La sobreprotección me permite controlar.
·      Sobreprotejo por miedo.
·      Sobreprotejo por desconfianza. 
Consecuencias de la sobreprotección:
La sobreprotección acaba con la voluntad del niño y lo vuelve inútil, dependiente y flojo. Lastima su autoconfianza y lo convierte en un ser inseguro, cobarde y miedoso. La sobreprotección  incapacita al niño y al joven para la vida. 
Resulta fácil ver la paja en el ojo ajeno, pero se nos dificulta encontrarla en el propio. Las siguientes listas pueden ayudarlo a revisar y distinguir con mayor claridad de las actitudes de sobreprotección.
Actitudes del niño sobreprotegido:
·      Le cuesta trabajo adaptarse a nuevas situaciones y depende del adulto.
·      Está acostumbrado a que le hagan las cosas y le sirvan.
·      Nunca se ofrece a ayudar, no es servicial.
·      No hace la tarea sin ayuda.
·      Los niños de parientes y amistades de la misma edad son más independientes que él.
·      Sólo hace las cosas si se le recuerda o si se le ayuda.
·      Se pone de mal humor y se queja cuando tiene que esforzarse.
·      Es miedoso e inseguro.
·      Se queja constantemente de que lo molestan los demás niños.
·      Pide las cosas lloriqueando.
·      Es torpe e inútil.
·      No tiene iniciativa.
·      Tiene dificultad para relacionarse y se queja de que lo excluyan.
·      Se acobarda con facilidad.
·      Es flojo y caprichoso.
·      Es egoísta e insensible ante las necesidades de los demás.
·      Es demandante y exigente. 
Actitudes de los padres sobreprotectores:
·      Le hago la tarea y sus proyectos del colegio.
·      Si lo molestan otros niños, intervengo para defenderlo.
·      Cuando me pide las cosas lloriqueando, respondo automáticamente y soluciono su problema.
·      Le cargo sus cosas cuando sale del colegio: mochila, libros, suéter, etcétera.
·      Le doy de comer en la boca, lo visto, baño y peino.
·      No le permito que participe en excursiones o acontecimientos a los que asistan sus demás compañeros por miedo a que le pase algo.
·      Reviso todo lo que hace. Siempre encuentro algo que corregir.
·      Para protegerlo le provoco miedo: “Si no te fijas, te va a atropellar un automóvil, ¡y te vas a morir!”
·      Contesto por él.
·      Escucho sus conversaciones y esculco sus cosas.
·      Le “adivino el pensamiento”. Estoy pendiente de todas sus necesidades y deseos.
·      Me siento agobiada y exhausta al final del día.
·      Estoy ansiosa y preocupada cuando estoy lejos de él.
·      Mi mayor y único interés son mis hijos. Vivo para ellos.
·      Aunque se queja, sigo llamándolo por sus diminutivos o sus apodos de “cariño”.
·      Selecciono sus amistades.
·      Ignoro, tapo o justifico sus errores o equivocaciones. “Es que está cansado, extraña a su papá”, etc.
·      Nunca permito que otros adultos lo corrijan.
·      Lo defiendo frente a sus maestros.
·      Me encanta que dependa de mí.
·      Jamás digo algo negativo de mis hijos a otras personas.
·      Me siento culpable cuando no los ayudo.
·      Aunque son adolescentes y protesten, yo loes arreglo sus cosas y recámaras.
·      Manipulo para que hagan lo que yo quiero.
·      Cuánto más me necesita mi hijo, más feliz me siento. 
Las actitudes que adoptamos en relación con nuestros hijos tienen su base o fundamento en las creencias equivocadas que tenemos en el subconsciente. Estas creencias, muchas veces, son heredadas de nuestros padres o resultado de nuestra educación. Revisemos algunas de ellas. 
Creencias equivocadas:
·      Mi hijo sólo puede hacer las cosas bien si yo les ayudo.
·      El mundo es un lugar peligroso y sólo está seguro conmigo.
·      Yo soy culpable si las cosas salen mal.
·      Sólo yo sé hacer las cosas bien.
·      Mi familia y mis hijos tienen que ser perfectos.
·      Es mi tarea asegurarme de que todo siempre esté en orden.
·      Siempre le seré indispensable a mis hijos.
·      Siempre serán mis “pequeños”.
·      Mis hijos siempre dependerán de mí.
·      Mis hijos no son dignos de confianza.
·      Amarlos significa hacerles todo.
·      Amarlos significa complacerlos en todo.
·      Si complazco todos sus caprichos serán felices.
·      Mis hijos son mi razón de ser.
·      Mis hijos siempre deben estar contentos.
·      De mí depende que estén contentos.
·      Es mi responsabilidad evitarles cualquier sufrimiento.
·      Yo soy responsable de su felicidad.
·      Debo ser la madre/padre prefecto.
·      Debo sacrificarme para ser una buena madre/padre.
·      Porque los quiero, vivo preocupada por ellos.
·      Yo soy responsable de los errores de mis hijos.
·      Es por su bien que los sobreprotejo. 
Al leerlas quizá se encuentre pensando: “Evidentemente que están equivocadas, yo no pienso así”. Pero si reconoció tener actitudes sobreprotectoras en la lista anterior, tenga por seguro que tienen su origen en algunas creencias equivocadas que se ocultan en el subconsciente. Aunque a nivel consciente neguemos tenerlas, eso no significa que no estén arraigadas a nivel subconsciente. Observar nuestras actitudes frente a nuestros hijos y parientes nos ayuda a comprender qué necesitamos trabajar interiormente. 
Las siguientes afirmaciones los pueden ayudar a transformar sus actitudes de sobreprotección. 
Afirmaciones para padres sobreprotectores:
·      Yo aliento a mi hijo para caminar por la vida y lo ayudo a crecer seguro e independiente.
·      Comprendo que mi hijo se puede equivocar. Permito y perdono sus errores, que sólo son medios de aprendizaje.
·      Confío en la vida y confío en la capacidad de mi hijo para aprender a madurar.
·      Me sobrepongo a mis miedos para permitirle crecer en libertad.
·      Celebro la libertad de mi hijo para avanzar en la vida. 
Preguntas para reflexionar:
En mi familia de origen: 
·      ¿Mis padres me sobreprotegieron o me abandonaron? ¿Me hubiera gustado sentirme más libre? ¿En qué situaciones hubiese deseado tener más libertad?
·      ¿Confían en mí? ¿Me celaban o controlaban?
·      ¿Me hacían sentir culpable cuando los dejaba? ¿Cómo fue mi separación cuando finalmente dejé su hogar?
·      ¿Todavía siguen interviniendo mis padres en mi vida? 
En mi familia actual: 
·      ¿La edad física de mi hijo corresponde a su edad emocional? ¿Lo trato de acuerdo con su edad? ¿Tiene las habilidades de otros niños de su misma edad?
·      ¿Qué miedos tengo en relación con mi hijo? ¿Me invade el miedo y controla mis decisiones?
·      ¿Temor perder su amor? ¿Impide esto que le ponga límites?
·      El miedo a que crezca y me deje evita que lo ayude a valerse por sí mismo? ¿Pienso con tristeza que me quedaré sin una razón para existir cuando haga su propia vida y ya no le haga falta?
·      Aunque me doy cuenta de que es flojo e inútil, ¿no puedo evitar ayudarlo?
·      Cuando permito que se las arregle solo, ¿me siento culpable?
·      ¿Si no le facilito las cosas o se las resuelvo, me siento “mala madre o mal padre”?
·      ¿Se queja mi hijo de que lo controlo; de que lo trato como un pequeño?
·      ¿No confío en que pueda tomar las decisiones adecuadas y dudo de sus capacidades? ¿Por eso lo manipulo y trato de controlar todo lo que hace?
·      ¿Interfiero en sus asuntos y lo defiendo porque no resisto la idea de que otros puedan molestarlo o lastimarlo?
Rosa Boracio 
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