5.1. El ejemplo del estacionamiento del supermercado

Déjenme darles un ejemplo, un ejemplo humano. No es muy bueno, porque no puedo explicar a Dios, pero déjenme intentarlo. Una madre tiene un hijito al que quiere mucho, pero no lo quiere tanto como la ama a ella o lo ama él, pero ama a su hijo. Tiene nueve años, y tiene el problema que tienen muchos otros niños: es travieso. Y su madre siempre le dice: “No corras en el estacionamiento del supermercado”. ¿Por qué? ¿Por qué está aburrida y no tiene nada que hacer? No. Francamente preferiría que no lo atropellaran. Siempre le ha dicho a su hijo un millón de veces: “no corras en el estacionamiento del supermercado”. ¿Qué pasa? Necesita comprar alimentos, van al supermercado, el niño sale corriendo en el estacionamiento y no ve la camioneta… ¡PUM! ¿Su madre va a ver a su hijo y decirle: “Chiquillo estúpido, te dije un millón de veces que no lo hicieras, y allí estás embarrado sobre el pavimento, o intenté, me doy por vencida”? ¿Le diría eso? No. Ella ama a su hijo, va a hacer lo que sea necesario: llamará una ambulancia, pagará lo que sea, se quedará a su lado cada instante… porque lo ama. Pero desearía que no hubiera corrido en el estacionamiento del supermercado.

Jóvenes, Dios les está diciendo: “No corran en el estacionamiento. Pueden darme la espalda, hacer lo que quieran y acabarán embarrados en el pavimento”. Pero su amor es tan profundo… porque no está basado en lo que ustedes hagan. Él tratará de ayudarles.

Sé que podría haber jóvenes aquí que ya hayan tenido relaciones sexuales y necesito que me escuchen con atención. Quizá estén tentados a pensar: “Sabes, eso está bien para los que no han tenido sexo, pero ya es demasiado tarde para mí porque ya yo tomé esa decisión”. Escúchenme, pueden salir de aquí con ese pecado, esa rebelión y ese dolor. Pueden salir de aquí y seguir cargándolo y pueden continuar haciendo lo que han estado haciendo, pero hay un precio. Y talvez hoy se han escapado de un daño físico permanente. Eso no lo sé ni ustedes tampoco. Háganse las pruebas. Si no hacen nada más, por favor, hagan eso. ¿Quién dice que la próxima vez que se apunten en la cabeza con una pistola no va a disparar? ¿Cuándo empezarán a crear disciplina, integridad y carácter en sus relaciones? Un Dios que los ama les dice: “Tráeme ese pecado. Tráelo a la cruz y déjalo aquí. Quiero hacerte de nuevo. Morí con el fin de borrar eso”. No recojan ese pecado y se vayan. Existe un Dios que los ama cuyos brazos están abiertos. Digan: “Jesús, lo siento. Perdóname. Quiero salir de aquí nuevo”. La decisión es suya. Es de ustedes.

5.2. Virginidad

6. Cómo decirle NO al sexo

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